El auge económico de Irlanda, conocido como el «Milagro Celta», transformó al país de ser uno de los más pobres de Europa Occidental a una de las economías más dinámicas y prósperas del continente. Este fenómeno se desarrolló principalmente entre mediados de la década de 1990 y 2007, caracterizándose por:

  • Un crecimiento económico sostenido, con tasas anuales que llegaron a superar el 10% en algunos años1.
  • Una drástica reducción del desempleo y un aumento significativo de la renta per cápita.
  • La atracción de inversión extranjera directa, especialmente de empresas tecnológicas y farmacéuticas multinacionales2.

Los factores clave de este éxito incluyeron una política fiscal favorable con bajos impuestos corporativos, inversión en educación, y el aprovechamiento de la membresía en la Unión Europea. Sin embargo, este modelo económico también ha generado desafíos, como la distorsión de las estadísticas económicas debido a la presencia de multinacionales

3 y la vulnerabilidad ante crisis económicas globales, como se evidenció en 20084.